- Los adultos pasan alrededor de 10.5 horas al día
frente a una pantalla, esta cifra ha aumentado hasta 2 horas más desde el
inicio de la pandemia.
- Existe un miedo colectivo a no ser productivos y
a no rendir lo suficiente.
- La venta de antidepresivos y ansiolíticos
subieron sus ventas en un 10% en México desde el inicio de la
pandemia.
De acuerdo a un estudio realizado en Estados Unidos sobre el tiempo frente a las pantallas antes de la pandemia, los niños entre 8 y 12 años pasaban un promedio de 4 a 6 horas al día, los adolescentes pueden pasar alrededor de 9 horas y finalmente los adultos un poco más de 10.5 horas. Estas cifras han aumentado hasta dos horas más desde el comienzo de la pandemia para adultos y jóvenes.
Debido al confinamiento actividades que
antes estaban alojadas en espacios físicos específicos como el trabajo, la
educación, el ocio, etc. han migrado a espacios virtuales. Lo que ha provocado
un aumento en el tiempo que pasamos frente a la pantalla. Todas estas actividades
que anteriormente se desarrollaban fuera de nuestras casas ahora se encuentran
reunidas en la “comodidad” de un solo lugar. Que se encuentra equipado
únicamente con una silla, un escritorio y una pantalla. En muchas ocasiones no
son espacios habilitados para quedarse sentado durante tiempo prolongado.
Si bien este cambio a lo virtual nos ha permitido que continuemos con nuestra vida “normal” existen diferentes repercusiones en nuestra salud tanto física como mental. Expertos con diferentes especialidades a través de varios estudios, han encontrado una relación directa entre el tiempo en pantalla con diferentes enfermedades como dolores de cabeza, cuello, hombros, enfermedades de la vista, ansiedad y depresión.
Además de estas enfermedades, la
cuarentena está provocando que cambiemos de identidad sin cambiar de espacio.
Somos estudiantes, trabajadores, hijos, hermanos, etc. en un mismo espacio al
mismo tiempo. Anteriormente los cambios de lugar nos daban la pauta de qué rol
o identidad tomar dependiendo del lugar en que nos encontrábamos esto ya no es
así.
Durante las clases virtuales, por ejemplo,
se nos pide que no hagamos nada más que ser estudiantes, estar con el 100% de
nuestra atención en la pantalla y que ignoremos todo lo que está a
nuestro alrededor. Mismo caso con los maestros y maestras que estando dentro de
sus casas deben de ignorar por completo sus labores domésticas. Esto no es más
que un intento por fingir que las clases virtuales pueden y deben de funcionar
igual que una clase presencial, la realidad es muy diferente.
Esto ha provocado que ahora más que nunca
cambiamos de identidad con extrema facilidad estando en todas y en ninguna al
mismo tiempo. No es gratuito que hayan adquirido una gran popularidad videos de
transformaciones, cambios de look, y cambios de identidad durante la
cuarentena. Personas desesperadas por además de cambiar de identidad seguir
generando contenido de manera constante para mantenerse relevantes. Como
ejemplo de esto, muchos youtubers han creado contenidos alrededor de estos
cambios y sus experiencias.
A la par que manejamos estas identidades
también tenemos las identidades creadas a través de nuestras redes sociales las
cuales llenamos con la idea de nosotros que queremos proyectar hacia el resto
del mundo, un reflejo “perfecto” de lo que quisiéramos ser. Antes de la
pandemia el contenido con el que alimentábamos nuestras redes venía de nuestra
cotidianeidad muy diferente para cada individuo, ahora están llenas de nuestra
vida en confinamiento, cambios de look, ejercicio, clases de cocina, cursos,
challenges, etc.
Todo esto impulsado por una necesidad de
producir, reinventarnos y cambiar de identidad de forma constante para no ser
olvidados. Al parecer, aún más en confinamiento, uno únicamente existe sí está
presente en las redes sociales, porque sí no producimos contenido no existimos.
Siguiendo el tema de la producción tanto
de contenido en redes como producción de trabajo, la cuarentena está provocando
un exceso de trabajo en casa para jóvenes y adultos que intentan compensar esta
falta de trabajo presencial con más horas frente a la pantalla. Al no cambiar
de entorno creamos una falsa idea de que no estamos siendo tan productivos como
alguna vez lo fuimos, parece ser que lo que realmente nos preocupa de este
encierro es el miedo a no ser productivos, a no rendir lo suficiente y
desaparecer en el mar de contenidos que se multiplican a diario.
Este sentimiento genera individuos
depresivos y agotados que se explotan sin la necesidad de una coacción externa.
Nos esclavizamos y exigimos sin que alguien más tenga que hacerlo. En décadas
pasadas era muy fácil distinguir el explotador y el explotado, ahora esas
líneas se han borrado y sería imposible distinguir uno del otro porque viven
dentro de una misma persona.
No es casual que desde el inicio de la pandemia la venta de antidepresivos y ansiolíticos como el diazepam, clonazepam, triazolam y metilfenidato subieron sus ventas en un 10% en México. Estos son comúnmente utilizados para tratar el insomnio, el trastorno de pánico y la depresión. Lo que indica que estas enfermedades han incrementado a raíz del confinamiento.
Un ejemplo perfecto de este sentimiento
colectivo de fatiga, depresión y autoexplotación es el caso de Sofia Niño de
Rivera que durante un live de Instagram el pasado 28 de julio se soltó a llorar
y externar sus sentimientos desde el inicio de la cuarentena.
Ya van varios días que me siento deprimida y desconectada.. Siento que todo mundo está creando, haciendo y espérenme yo no estoy haciendo nada, pero al mismo tiempo no me siento inspirada. Sepan que también está este lado de la pandemia no nadamas son tik toks y videos de youtube que está chingon pero también está este lado. Sofia Niño de Rivera
La razón por la cual
decidió grabar ese video es porque comenta que nadie está reflejando en sus
redes el lado feo o el lado complicado del confinamiento sólo se sigue
produciendo contenido e identidades “perfectas”. El video obtuvo miles de
comentarios y reacciones empatizando y sintiéndose identificados con los
sentimientos de la comediante.
Este miedo a no producir no sólo viene de los individuos si no también se puede encontrar en empresas que dependen de tu capacidad de seguir produciendo. No es coincidencia que la mayoría de las estrategias y campañas publicitarias de gobierno y empresariales ahora más que nunca estén orientadas al bienestar físico y mental de las personas que se encuentran produciendo en sus casas, ya que si no estás bien no puedes producir.
Estas
son tan solo algunas de las repercusiones que ha tenido el confinamiento
prolongado y la migración a la virtualidad en nuestra salud física y mental.
Habrá que esperar a ver las repercusiones a largo plazo que esto tendrá
en nuestra forma de comportarnos y entablar relaciones con el otro y sobre todo
con nosotros mismos. ¿Nos volveremos aún más volátiles con nuestra identidad?
¿Crecerá aún más nuestro miedo a no producir y desaparecer?
#(1200)
Texto por: Mariana Ramírez, Julia Arena y Andrea
Morlote.
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