Terrace House es lo que sale si juntamos el binge watching y Big Brother
Es súper relevante en Japón porque están pasando—y así
llevan por un rato—por una crisis en la que los jóvenes no se conocen entre sí,
no tienen pareja, no se casan y no tienen hijos. Es, de manera muy literal, una
crisis económica, política y social. Entonces, en este reality vemos cómo jóvenes
se conocen, coquetean y forman parejas, y algunos incluso mencionan en el
primer episodio que la razón por la que decidieron participar en el programa es
porque querían conocer a alguien.
Esto se ha vuelto, como dicen los estadounidenses, too close
to home durante este 2020. ¿Cómo conocemos a alguien si no podemos ir a los
lugares en los que típicamente conoceríamos gente? Y no hablo solo sobre
parejas sentimentales, sino también amigos, colegas, profesoras—incluso personas
que nos caen mal. ¿Y cómo remediarlo? Para empezar, viviendo vicariamente, a
través de los personajes—sí, personajes. Nada en la tele es real—, que conocen
gente, se pelean, se enamoran, se todo.
Y también el poder ver esto, que como decía es la versión
más nueva de Big Brother, dando por hecho que son personas como tú, lector, y
yo, con miedos, defectos y demás, y sentir que vivimos a través de ellos,
quizás hace que la situación sea un poco más manejable. Siendo honestos, más
que vivir sus vidas ficticias, los juzgamos, y lo hacemos más fácilmente porque
se supone que son personas “reales”, ergo, es más fácil relacionarnos con
ellas.
En realidad, el programa está pensado para que juzguemos así.
Los comentadores que salen cada cierto tiempo cara comerse vivos a los
participantes funcionan como El Partido de 1984, y nosotros como espectadores
tenemos el mismo papel, el de formar juicios sin mayor fundamento que, pues, es
lo que encontré en Netflix.
De manera amplia, los realities son, siempre, una versión de
Big Brother. Keeping Up With
the Kardashians tiene un único fin: que juzguemos. Terrace House no es la excepción.
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