¿Elegir nos hace realmente libres?

Angie Martínez

¿Será que todo lo que realizamos es verdaderamente fruto de una elección libre o somos esclavos de la supuesta libertad?

Desde el principio de la era tecnológica se ha producido y percibido la introducción fulminante de diversos aparatos que se han convertido en elementos imprescindibles dentro de la sociedad de consumo en la vida diaria. La supuesta percepción de “progreso” ha hecho que los seres humanos dependamos de ellos. La economía de mercado y la práctica del capitalismo neoliberal son  los promotores de este mundo informático en el que se ha sometido el ser humano. El sistema económico antes mencionado, ha sido llevado de la mano junto con herramientas como la implantación del consumo desmesurado, siendo este, uno de los componentes que se adentran en el subconsciente de los consumidores, pero al final esto termina siendo una simple práctica social.

Lo anterior se hace pasar como un ejercicio de libertad, pero ciertamente, el dominio es propiciado desde las grandes esferas del poder y los gobiernos ejecutan las mismas estructuras de autoridad en donde el manejo termina siendo un patrón común. Entonces no se trata de limitar la libertad de los civiles, sino de crear una cortina de humo. 

¿Quién puede ante la supremacía de un sistema que hace a los individuos dependientes?

El poder se puede definir como el proceso fundamental de una sociedad, se trata de una realidad completamente cotidiana que puede circular entre los sujetos y siempre es difusa y compleja. Los sistemas políticos suelen reproducirse y funcionan mediante formas de poder que atraviesan a la sociedad y configurando de este modo lógicas de producción, interacción e intercambio.

“Vivir en sociedad es vivir de tal modo que la acción sobre las acciones de los otros sea posible […]. Una sociedad sin relaciones de poder sólo puede ser una abstracción” (Foucault, 1991, p. 12).

Respondiendo la pregunta anterior, esto se debe a que no se ejerce ninguna violencia y se muestra de forma atractiva cuya finalidad es extraer la información de quienes son atraídos y como menciona el filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han, este mundo le pertenece a la psicopolítica por su poder inteligente: siendo sutil, flexible e invisible. 

                                               Para Byung-Chul Han (2014)                                                                

El poder que depende de la violencia no representa el poder supremo. El solo hecho de que una voluntad surja y se oponga al poderoso da testimonio de la debilidad de su poder. El poder está precisa-mente allí donde no es tematizado. Cuanto mayor es el poder, más silenciosamente actúa (p.27). 

Para la psicopolítica es necesario que se introduzcan emociones en el capitalismo, esto quiere decir que para poder ejercer el control se tiene que llegar a un nivel profundo: la motivación. Esto se puede lograr, evitando a toda costa el comportamiento racional de los individuos para que de esta manera el sistema económico, además de provocar emociones con sus productos se acaban vendiendo esas emociones que actualmente son más fáciles de promocionar por la cantidad de medios que existen. “En el capitalismo del consumo se venden significados y emociones. No el valor del uso, sino el valor emotivo o de culto es constitutivo de la economía del consumo. La emoción se convierte en medio de producción” (Han, 2014, p. 70).

Específicamente hablando de México, se  puede ver reflejado en el gobierno actual con la Cuarta Transformación, visualizándose algo similar a la estrategia de la psicopolítica ya que en lo que va del sexenio y en realidad antes de estar en el poder cuando estaban las campañas electorales, lo que se buscaba era reidentificar la democracia reconciliando al poder y al pueblo. La diferencia se encuentra  en que al presidente no lo vemos en lo tecnológico, sino en sus mañaneras con su discurso llano, sutil, flexible y lo que más importa en estos discursos, son las emociones que produce hacia las personas que simpatizan con él. De forma paralela se pueden apreciar de la misma manera a los simpatizantes del presidente que caen con sus discursos perfectamente planeados, y al capitalismo de consumo que se sirve de las emociones por ser fugaz y repentino, tratando simplemente de motivar, no buscan razonar con los consumidores.

La extensa diversidad de medios como las redes sociales, han permitido el desarrollo tecnológico y dieron paso a la existencia del recogimiento masivo de datos por el que hoy en día, las empresas del mundo pagan para obtener información de sus usuarios, ofreciendo una visión completa de los individuos e inclusive deduce datos del inconsciente surgiendo de esta manera el totalitarismo digital en el que prevalece la opresión del ser humano sin tener uso de razón, con un simple “click” la vida está registrada, incluso hemos perdido la autodeterminación informativa, no conocemos quién posee nuestros datos y también desconocemos qué es lo que se realiza con ellos. El Big Data tiene el poder de averiguar cuáles son nuestros deseos, accediendo al inconsciente social y mostrando patrones de comportamiento grupales de los que cada individuo desconoce y no es consciente. Ergo, juega un papel determinante en todo este proceso, ya que el Big Data es un instrumento primordial en la psicopolítica, permitiendo tener un conocimiento minucioso de todos los integrantes de la sociedad.“El dataísmo, que pretende superar toda ideología, es en sí mismo una ideología. Conduce al totalitarismo digital. La ilustración digital se convierte en esclavitud” (Han, 2014, p.88).

Los datos recolectados se convierten en mercancía, esta monetización de datos es un negocio enorme, donde el estado y el mercado que vigila se unen para un solo fin, el consumo. Se ve de manera natural que el ser humano sea un paquete de datos. Constantemente hemos estado advertidos de estos riesgos pero tendemos a hacer caso omiso porque estamos acostumbrados a seguir modas, a que reine la conformidad en nosotros, pertenecer a algún círculo que sea socialmente reconocido, a tener falta de singularidad y depender de un sistema en el que sólo somos unas pequeñas fichas del juego. Los seres humanos terminamos siendo esclavos de la libertad que creemos tener.Es por esto que debemos ser conscientes y en nuestro paso por este mundo, debemos producir acontecimientos, sin limitarnos a realizar lo que otros hacen.

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Equipo Angie y Sofía