Valentina:
Actualmente, observamos una crisis de identidad, especialmente entre la gente joven. Esto es porque la tecnología, en su rapidez, crea modas que como velozmente llegan, igual se van, y las personas tratan de construir sus identidades en algo que es totalmente líquido. Buscar el sentido de pertenencia en estos espacios es totalmente insostenible y crea poca seguridad en las personas. Ahora, sí además de las identidades, la forma y el lugar donde relacionarse también es líquido, veloz e inestable: la integridad de las personas está en total riesgo porque la información, valores y mensajes de repetición que crean una identidad y seguridad, dejan de existir por completo como algo concreto.
Otro factor importante de mencionar es el consumismo dentro de la “creación” de estas identidades líquidas. En una era de capitalismo tardío, una identidad no es gratis, ni tampoco barata. Las modas antes mencionadas, sobre las cuales las personas construyen sus identidades siempre vienen acompañadas de algo parecido a un ´kit´ para pertenecer en esta: ropa, accesorios, material de consumo intelectual o de entretenimiento... Incluso, hay un fenómeno en Tik Tok y en redes sociales- en el cual estas diferentes identidades o personalidades pueden ser inmediatamente reconocidas y clasificadas: cottage-core, fairy-core, angel-core, normcore, dream-core, entre muchas otras.
The postmodern problem of identity is primarily how to avoid fixation and keep the options open. In the case of identity the catchword of maternity was creation. The catchword of past maternity is recycling. Bauman (2)
Emilio:
A partir de describir estos conceptos, pienso que la modernidad líquida la veo sumamente presente en las redes sociales y en las interacciones románticas de mi alrededor. Es difícil percibir estos tipos de transacciones sociales como una relación, pues muchas de ellas provienen de la idea que va acabar. Es decir, la pertenencia en una relación cada vez es más corta y fútil. La intimidad y el diálogo entre ideologías distintas cada vez es más mediado por un discurso que impera en las redes sociales. Por lo que estas pláticas y estos momentos donde se supone que se conoce mejor a la persona, termina siendo una réplica de una consecuencia de una exposición constante a las modas velozmente desarrolladas.
Es cierto que las bondades de esta forma de relacionarnos parten de una variedad de experiencias que antes no se podían concretar, sin embargo, la calidad de las mismas también desaparecen.
Un ejemplo son los viajes, es común ver en las redes sociales a estas personas aventureras que viven su vida a través de experiencias aparentemente significativas y distintas de su cultura. En teoría esto desarrollaría, en la persona que viaja, una perspectiva del mundo más plural y un entendimiento más pulido de lo que es la sociedad global. Pero, no, de hecho todo lo contrario. Estas experiencias son en realidad la construcción segura para una persona que carece de significado real para que pueda desenvolver esta necesidad en un espacio que le de a este un placer sin necesidad en realidad de desarrollar su persona, sin esforzarse, sin salir, sin realmente conocer, solo disfrutar de los elefantes de África pero ni siquiera saber qué África es un continente y no un país.
Ahora, algo así es el amor. Las relaciones se basan en buscar el aspecto placentero de lo que ofrece la otra persona pero ocultando o reprimiendo la complejidad de esta. Lo que produce en una volatilidad de gustos y personalidades que se adapten a lo que el imaginario de ese momento dicta. Una simpleza de las relaciones. Una volatilidad y liquidez que solo redes como Instagram, BeReal, Tiktok o Whatsapp permiten, por eso son tan populares. Y por eso su futuro es un hervidero de gente que en unos años en adelante dejarán de ser líquidos para ser gaseosos. Y así como los viajes, dependiendo de cuánto dinero puedas dar o cuanto puedas ofrecer como transacción, mayor “placer” de la relación podrás obtener. (649 palabras)
Por: Valentina Girón & Emilio Flores
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