en apoyo a teoría conspirativa sobre el COVID-19 y el internet 5G.
Producción masiva de noticias
El tema de las noticias falsas va en aumento exponencial desde hace varios años. Específicamente aquí en México desde hace ya una década. Uno puede entender esto debido al periodismo “barato” que existe en el país. Los medios crean este tipo de noticias para congraciarse con los diversos monopolios y personas en el poder.
Davis habla sobre cómo los medios hoy en día son una fábrica con una producción masiva de noticias. Como consecuencia de esto, el autor comenta “la estructura de las noticias corporativas ha convertido a los periodistas de recolectores activos de noticias a procesadores pasivos de material”. Como mencionamos antes, los juicios de las salas de redacción se pasaron a la gente. El modelo antiguo donde los editores de noticias y reporteros seleccionaban cuidadosamente las historias y ángulos, está en un estado de colapso. Algunos analistas de redes sociales apuntan los ojos al modelo de ingresos basado en clics. Así se crea un modelo para lucrar con la información a través de la generación de noticias falsas.
Ya sea por motivos económicos o políticos, los medios de comunicación mexicanos han sido acusados de generar noticias falsas en el país. Sobre todo durante épocas electorales. En 2018, El Financiero compartió la publicación “Estas son las páginas con más 'fake news'” donde señaló a diversas páginas en Facebook con cerca de un millón de seguidores como:
Publicación en Facebook durante el proceso electoral 2018 asegurando que
la esposa del entonces candidato presidencial de Morena con oficiales nazi.
Fake News y sus repercusiones sociales
En primera instancia, las noticias falsas generan una división en la sociedad. Lo que provoca esta división es la creación de una sociedad vulnerable y mucho más fácil de manipular. En segunda instancia, genera desinformación, lo cual puede traer consecuencias graves debido a las acciones que las personas tomen a partir de lo que escuchen en las fake news.
En cuanto a nivel psicológico social, el hecho de consumir cada vez más noticias genera ansiedad en las personas. Pues es una constante actualización por ver qué sigue y peor aún, por no saber a ciencia cierta si el contenido mostrado es verdadero o no. Esto nos conduce a vivir en un constante estado de falsedad. México se empieza a sentir como un país donde todo puede ocurrir, pero a la vez todo puede dejar de ocurrir. No es nada benéfico para nuestra sociedad mantener estos niveles de desinformación.
En un panorama digital donde la capacidad de atención de los usuarios disminuye con los años es cada vez más común conocer a personas que lean con detalle cada una de las noticias que se encuentran. La manera habitual de consumir información noticiosa está dentro de redes como Facebook y Twitter, plataformas que priorizan las publicaciones con mayor número de interacciones: publicaciones que cuenten con una caja de comentarios y discusiones interminables, donde se premie la polarización y no la información y donde impere la posverdad.
Encuesta de TResearch en 2018 a ciudadanos de distintas nacionalidades
donde indica que México es el 2º país con mayor exposición a noticias falsas.
Tristemente para México el panorama continuará siendo de producción constante de desinformación, más información y más banalidad porque a nivel social —aunque nos afecte— así es como nos gusta estar, así es como nos gusta entretenernos. El crecimiento de las fake news algún día cambiará pero por ahora, primero tenemos que empezar a cambiar como sociedad.
Nick Davis comenta “Puedes ver los patrones aquí: lo arbitrario y lo irracional reemplazando juicios reales; el reciclaje casual de afirmaciones poco fiables; y el sesgo estructural hacia las creencias políticas y morales de los grupos más poderosos de la sociedad”. Eso es en lo que ha caído el periodismo del mundo y de México hoy en día. Hay un colapso de información y de la verdad. Estamos en una etapa de caos de conocimiento, donde todo está distorsionado, la ignorancia reina y la verdad se queda en segundo plano. Además, esto provoca una paradoja: que la gente ya no crea en nada de lo que se dice y a la vez sea susceptible a creer en cualquier cosa que salga que esté suficientemente respaldada por un grupo de gente. El valor y esencia de un periodista: la honestidad y la objetividad como intento de decir la verdad, se ha perdido. Y no es su culpa, más bien es del capitalismo, porque ellos tienen que recibir un sueldo y producir lo que la fábrica de noticias les pida.
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