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Entre verdad y fantasía, las fallas del periodismo moderno

El Millenium Bug "Una historia aparenta ser verdad. Es ampliamente aceptada como la verdad. Se vuelve herejía hasta sugerir que no lo e...

El Millenium Bug

"Una historia aparenta ser verdad. Es ampliamente aceptada como la verdad. Se vuelve herejía hasta sugerir que no lo es - incluso si está enredada con falsedad, distorsión y propaganda”, esto es lo que sugiere el escritor y periodista británico Nick Davies como noticias de Tierra Plana.


Iniciando su texto con el emblemático ejemplo de la paranoia global provocada por el inexistente riesgo fatal que traería consigo el cambio de milenio. “The millenium bug is finally coming.”, se decía en toda clase de medios, tanto los prestigiados por su calidad como bien conocidos por su barato atractivo. Al final, el hecho de que nuestro milenio no haya traído consigo ninguna clase de desastre de salud, electrónico, informático o criminal es una de las pruebas más tangibles que tenemos en la contemporaneidad sobre el alcance que tiene el periodismo para construir, sustentar y alimentar constantemente las fantasías más apocalípticas de nuestro tiempo.


Es claro que detrás de esta tendencia de propagar el miedo y la expectativa ansiosa basado en hechos descontextualizados, mal planteados o difícilmente comprobables, se encuentra no sólo la facilidad con la cual uno puede armar una historia dañina o completamente falsa, sino el impulso económico por el cual, al final del día, se rigen estos medios noticiosos. Davis relata que lo único que logró comprobarse en el cambio de milenio, fue un “impresionante ejemplo de la deficiencia de los medios globales para decir la verdad.”

Las fallas del sistema

Una creencia común es que el periodismo tiene la obligación de ser objetivo, pero la verdad es que eso no es posible. Para que una noticia salga a luz se necesita antes pasar por un proceso de selección, de entre todos los demás acontecimientos sucedidos en el mundo en que se va a publicar. Al hacer esto, de entrada se está bloqueando cualquier posibilidad de ser objetivo dado el sesgo existente en la elección de lo que se quiere transmitir, es decir, lo que se considera importante, aquello que cumple con los requerimientos que conforman un suceso ‘noticioso’, o en todo caso, aquel titular que pueda ser rentable. “Hoy, los medios deciden lo que merece existir o lo que puede caer en el olvido” afirma Ikram Antaki en Los Medios.


Seguido del proceso de selección hay que darle un enfoque. En los periódicos “serios” se busca una neutralidad para evitar la subjetividad, esto lo tratan incluyendo ambas versiones de una historia. El problema de esta táctica es que tampoco llega a cumplir con la objetividad, dado que las dos versiones buscan beneficiarse de su propia postura. Al final el veredicto no será la verdad, sino la versión que más agrade a la opinión pública, es decir la que más congenie con la audiencia, y esto dependerá del discurso que de cada parte, lo cual inevitablemente implica cierta parcialidad. 


Como lo menciona Davies en su libro “Flat Earth News”, el problema es que la objetividad sufre de tres fallas fatales: una selección arbitraria de eventos que distorsiona fundamentalmente la realidad por sistema de omisión, uso rutinario de una serie de afirmaciones fácticas, que por lo general no son confiables y a veces falsos, y la huella firme de un consenso político y moral, que tiende a reflejar los valores solamente de los grupos más poderosos en la sociedad que nos rodea, contribuyendo así a la caja de resonancia ideológica en la que se halla inmerso el medio, y el cual también replica. 


Medios nacionales 

En cuanto a la selectividad de los temas sobre los que se va a publicar, ya no se toma en cuenta la relevancia del asunto, si no su potencial para causar repeticiones y tendencias, igual que con los productos del entretenimiento light, se buscan temas de los que se hable por mucho tiempo, sean fáciles de redactar y cuya investigación sea barata. Bajo estos parámetros el pseudoperiodismo prolifera al máximo. El tan afamado clickbait es el pan de cada día. Alguien que lo hace muy bien es nuestro presidente Andres Manuel Lopez Obrador, quien marca esta pauta en la agenda todos los días gracias a la cobertura que recibe su conferencia “Mañanera”. 

Es claro que hablando de manera tan constante y acaparado tanta atención periodística de esta forma, es casi imposible que no diga tonterías y que algo de ello se convierta en tendencia. Aún si su discurso contiene frases como “fuchi caca” o “me canso ganso”, se vuelve relevante por la simple cobertura que recibe, y los medios se jactan escribiendo notas sobre la sarta de basura intrascendente (el mayor porcentaje del evento) que dice en cada conferencia. Justamente porque entre más vocabulario ridículo o más discurso polémico que no profundiza, solo señala una idea, más rating genera, más retweets o notas respecto a sus palabras y estemos a favor o en contra, le resulta en una aprobación social por estar constantemente en los medios. Su ideología se vuelve un consenso y por esto también genera la polarización de la que se habló anteriormente, porque esta aparición constante de lo que él piensa y actúa hace que la gente reafirme todos los días su aprobación o su rechazo. 


Esta es justamente la razón por la cual en debates recientes, el Instituto Nacional Electoral de nuestro país ha propuesto la posibilidad de reducir las conferencias mañaneras considerablemente, a manera de que el campo periodístico Mexicano no se encuentre tan saturado durante momentos en los cuales las decisiones claras y los mensajes honestos deberían tener prioridad. La forma en la cual muchos de nuestros medios de difusión más relevantes perpetúan las declaraciones del presidente sin darle mayor seguimiento, comprobación o análisis. Debido a la poca crítica presente en la mayoría de los artículos sobre mañaneras, no es descabellado pensar en que también seguimos lo que Davies designó como la “escuela vertical del periodismo”, en donde la cobertura se limita a esperar que un acontecimiento suceda, y lo narra sólo haciendo énfasis en los aspectos que lo hacen más espectaculares, esto mismo se confecciona dentro del medio tal cual se haría con un producto de fábrica; de manera sistémica, acrítica y automática. 


En esto se encuentran implícitos tres factores sobre el funcionamiento interno de la producción de noticias. El primero es que muchos medios se enfocan en historias baratas, es decir, que no requieran mucho tiempo, recursos o investigación, centrándose más bien en elementos que vayan a asegurar la venta gracias a cómo apelan a ciertos juicios morales preexistentes. El segundo es la selección de hechos fáciles, unidimensionales y fácil de comprobar, ya que es más fácil perpetuar una narrativa dudosa cuando esta se sostiene a base de hechos universalmente aceptados. El último y quizás más lamentable, es el que recibe el nombre de “valla eléctrica”, es decir todas aquellas leyes y reglamentos internos que impiden que el periodismo extienda su investigación hacia cuestiones consideradas “secretas” por el Estado o alguna organización determinada, dejando así completamente fuera el riesgo que el periodismo podría representar para el status quo de ser esto diferente. 

En un contexto de Estados fallidos por corrupción y tergiversación informativa, los medios no nos proveen de ninguna certeza en cuanto a su confiabilidad ya que responden a una demanda voraz de mercado que no se preocupa por debates racionales y enriquecedores como lo hace por la venta bruta de historias amarillistas o sucesos increíbles, por lo que ninguno nos ayuda a obtener una comprensión más profunda o matizada sobre las situaciones que aquejan el mundo actual. 

 

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