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EL MALESTAR DEL SIGLO XXI ¿CÓMO IMPACTAN LAS TECNOLOGÍAS EN NUESTRA CORPORALIDAD?

Poco se habla del daño que ocasiona la tecnología en cada uno de nosotros, probablemente porque estamos tan ensimismados en nuestros aparato...


Poco se habla del daño que ocasiona la tecnología en cada uno de nosotros, probablemente porque estamos tan ensimismados en nuestros aparatos electrónicos, que la pérdida de autonomía y libertad, suena como el precio justo a pagar si la promesa es mantenernos interconectados  y ser parte de esta gran aldea global. 


La llegada y revolución del fenómeno del  internet y los medios digitales han sido grandes acontecimientos significativos que marcaron un parteaguas en cómo visualizamos y entendemos no solo al mundo, sino a nosotros mismos. Los beneficios han sido abismales, desde democratizar la información hasta permitirnos estar conectados con un simple clic. Para Byung-Chul Han el panorama es muy diferente, la llegada de estas dos grandes tecnologías marcan el comienzo del fin. 


El concepto de sociedad desaparece poco a poco, puesto que el comienzo de la era digital implica el rompimiento de la barrera tiempo-espacio y la disolución de lo que conocíamos como público y privado. En pocas palabras, la humanidad apostó por la desintegración y decadencia individual, por unos cuantos beneficios. Los humanos somos el recurso a explotar en la industria digital del siglo XXI, una que ya está cobrando factura.




EL INICIO DE LOS SÍNTOMAS 

A nivel social, laboral y personal actuamos, trabajamos y nos comunicamos de forma diferente. Facebook, Instagram, Twitter y la plataforma de Zoom -magnificada por la pandemia- se han convertido en nuestros principales espacios de interacción. Ante esta elevada exposición a celulares, tabletas, ordenadores y resto de tecnologías, han aumentado los niveles de estrés ante nuestra imposibilidad de adaptación de forma acelerada a las tecnologías, dando paso al denominado tecnoestrés y consigo a los riesgos emergentes.   


  • Vamping: la hiperconexión digital resta horas de sueño y causa insomnio.
  • Phubbing o ningufoneo: el desprecio hacia las personas que están a nuestro alrededor por dar prioridad a nuestros teléfonos.
  • Smombies: la actitud de circular o realizar otras actividades sin prestar atención por estar pendiente del smartphone.
  • Nomofobia: la necesidad de permanecer conectado constantemente. No podemos pasar 24 horas desconectados.
  • Text-Neck: conjunto de dolencias en la zona cervical derivadas de la consulta constante al teléfono y la adopción de posturas incorrectas.




“[...]Estos cambios, asegura Han, no sólo embriagan y colocan a la urdimbre humana en una situación prometeica sino que anuncian pérdidas culturales y procesos de destrucción de nuestros entornos. [...]”


Cada uno de estos riesgos están relacionados a un aumento del número de horas que gastamos frente a la pantalla y a su vez al descenso de la actividad física. La mezcla del exceso de la hiperconexión digital, el sedentarismo de los usuarios y una mala alimentación es letal, y acaba generando problemas de tipo circulatorio, respiratorio e incluso mental por solo mencionar algunos. En pocas palabras hemos pasado de temerle a las enfermedades infecciosas y de transmisión a ser carnada fácil de las nuevas enfermedades crónicas no transmisibles. Estas enfermedades no se contagian, sino que son creadas en gran parte por nuestros malos hábitos digitales.


PERÍODO DE INCUBACIÓN

Cuando escuchamos hablar de este tipo de problemática, nos visualizamos como ajenos al problema, sin embargo de manera indirecta o directa hemos sufrido de este nuevo malestar del siglo XXI. Emocionarnos ante el ruido que emite nuestro smartphone al recibir una notificación, el sentir FOMO (fear of missing out) al no revisar por un tiempo prolongado nuestras redes sociales o no sentirse productivo con tus tareas diarias por distraerte fácilmente en la pantalla, son ejemplos claros de los síntomas de este gran mal.


Las consecuencias se están materializando, es inevitable no observar los efectos tecnológicos encarnados en los usuarios. Para dejar de generalizar, creemos pertinente  presentar algunos casos de la vida real.

  • La mayoría de los efectos no se detectan a tiempo porque aparecen gradualmente. Luis, padre de familia y director de ventas en OLX Autos, ha sufrido una deformación en su pulgar izquierdo por la demandante postura en la que debe de mantenerse para sostener su celular, herramienta principal de trabajo. Un cayo ha brotado de su hueso y ahora sobresale de su mano. Aunque no perjudica su salud, ni afecta su movilidad, la deformidad atrae miradas y genera preguntas, a veces de intriga. Impactos corporales como estos reflejan que, en realidad, no controlamos más a la tecnología, sino que incluso lo que parecía pertenecernos, ahora se amolda a ella.                                                          

  • La visión de Ana, universitaria, ha disminuido considerablemente en los últimos años. Fue durante  la pandemia que comenzó a notar que por las tardes, cuando había estado expuesta a ciertos estímulos, comenzaba a ver borroso, al grado de confundir rostros familiares. En algunas revisiones ópticas le diagnosticaron “vista cansada”, recomendando lentes con antireflejante azul para protegerse de la luz intensa. Durante un examen médico más formal, Ana se percató de que el aumento que usaba ya no era para nada suficiente. Tuvo que subir dos números la graduación de sus micas.


MEDIDAS PREVENTIVAS

Es evidente que el ser humano y la tecnología pueden entenderse como una relación codependiente, ya que es inimaginable pensar el futuro uno sin el otro y más con las exigencias comunicativas, sociales y laborales que demanda nuestra actualidad. Comprendiendo esto ¿qué nos queda hacer? 


Dentro de una realidad poco clara y un futuro incierto, pareciera ser que conceptos como límites, control y cambio de actitud pueden ser un medicamento ante este malestar global. A continuación presentamos una serie de recomendaciones de Iván Fernández Suárez para The Conversation:

  • Identificar las fuentes que generan estrés:  es decir, los estresores que provocan una alteración en nuestro estado de bienestar. Saber qué nos produce estrés es el primer paso para poder afrontarlo.
  • Ser consciente de qué actividades nos liberen del estrés: Cada uno de nosotros debemos saber qué actividades nos permiten olvidarnos totalmente del resto de situaciones que nos generan el estrés: deporte, cultura, familia, amistades, etc.
  • Practicar la desconexión digital: La hiperconexión que vivimos genera dependencia. Debemos ser capaces de buscar oasis que nos liberen de la sobrecarga de información, dejar espacio para que nuestra mente se recargue.
  • Buscar apoyos: La familia, las amistades o los compañeros de trabajo, la comunicación y la interacción social son buenas herramientas para gestionar el tecnoestrés.
  • Planificación, organización, autoconocimiento:  Estar preparados para afrontar las situaciones estresantes, organizar nuestras vidas y conocer nuestros puntos fuertes y debilidades nos hace más resilientes.



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Referencias

Byung-Chul Han. (2014) En el Enjambre. Para una crítica de la opinión pública posmoderna. Barcelona: Herder.

Fernández, I. (octubre 08, 2022). Tecnoestrés: Cómo acabar con las enfermedades que nos provoca la tecnología. En El Economista. Recuperado de: https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Tecnoestres-Como-acabar-con-las-enfermedades-que-nos-provoca-la-tecnologia-20221008-0016.html








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