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Zoom fatigue o cómo la tecnología afecta al cuerpo

  La voz llega, pero suena procesada. Hay un ligero cling (casi imperceptible) al término de cada palabra. Los rostros se encuentran encasil...

 

La voz llega, pero suena procesada. Hay un ligero cling (casi imperceptible) al término de cada palabra. Los rostros se encuentran encasillados por un cubículo virtual, imposibilitados de la experiencia de contacto latente. Así transcurre el día y la semana, sin experiencias retroactivas ni momentos puntuales. Es un vórtice de información, de sonidos no adecuados, de imágenes con lag a causa de la mala conexión. Y al final del día, el cansancio es lo único certero. Dormir no lo cura, puesto que es bien sabido que en unas horas todo volverá a repetirse. 





 

La vida en los últimos años ha tomado un ritmo particular, despojado de la experiencia corporal, el cerebro pasa horas procesando información a través de una pantalla. Signos e íconos, luces y bits. Todo esto lleva a un resquebrajamiento de la mente, a un agotamiento absoluto. El filósofo Byung-Chul Han explica que este agotamiento es el resultado de muchos años en los cuales la estructura de explotación auto impuesta ha llegado a un punto de quiebre, pero que al mismo tiempo, se ha convertido en el nuevo estándar. 


“También el teletrabajo cansa, incluso más que el trabajo en la oficina. Causa tanta fatiga, sobre todo, porque carece de rituales y de estructuras temporales fijas” (Chul Han, 2021). El estar en contacto con dispositivos como medio de comunicación implica un desgaste tanto emocional como físico, porque significa forzar concentración al trabajo que se nos pide. En un principio parece una tarea sencilla, te levantas, enciendes la computadora y te sientas, sin embargo, es una acción que pone a prueba nuestros sentidos para prestar atención. 


La rutina se convierte en algo recurrente, nuestro cuerpo se cansa con realizar lo mismo todos los días a la misma hora, físicamente comienzan a surgir problemas con la funcionalidad de nuestro cuerpo, por ejemplo los ojos tienen dificultades para permanecer bastante tiempo abiertos, la espalda y la columna muestran signos de molestia al estar tanto tiempo en una misma posición. Con apoyo de este video se muestran algunas de las afectaciones corporales: Los problemas de salud visual han aumentado durante la pandemia UNAM Global. 



La nueva normalidad 

La interacción interpersonal se ha reducido, utilizado solo cuando es necesario. Aunado a esto, los rituales que antes nos daban significado han comenzado a resquebrajarse, poco a poco solo va quedando el individuo narcisista: “Los rituales generan una comunidad sin comunicación, mientras que lo que hoy predomina es una comunicación sin comunidad” (Chul Han, 2021). Por ello, es que al entrar a la era de las clases en Zoom, no ocurrió un salto tan grande, simplemente fue una progresión forzada de un cambio inminente. 

 

A causa del encierro se recurrió a las tecnologías como nunca antes. Aunado al cansancio y agotamiento mental que produce el estar tantas horas frente a una pantalla, se le debe de agregar el gran déficit de Vitamina D a causa de la poca exposición a la luz solar. La falta de esta vitamina lleva a un mayor grado de fatiga y cansancio, se está más ausente y propenso a deprimirse con mayor facilidad. Estos dos componentes, tanto un cuerpo agotado, como una mente sobreexcitada, crean un cóctel de personas irritables, deprimidas y poco hábiles para realizar actividades que vayan más allá de la pantalla. 



A raíz de esta crisis sin precedentes, han comenzado a notarse varios cambios en la sociedad, algunos sutiles y otros muy notorios. Estos son solo unos cuantos del gran cambio de paradigma que se está dando: 


  • Ha habido un aumento en las operaciones estéticas, esto debido a la sobre visibilización que hemos adquirido de nuestro propio rostro. 
  • Ha dado a los gobiernos el impulso necesario para cimentar la digitalización como el nuevo estándar y bajo el precepto del crecimiento constante.  
  • Se cimenta la sociedad de la supervivencia, la cual refuerza la actitud de que todo es un peligro del cual debemos de cuidarnos y de que lo más importante es vivir muchos años. Ya no se trata del disfrute, lo de ahora es la salud y la seguridad. 


“Los medios sociales y la permanente escenificación del ego nos agotan porque destruyen el tejido social y la comunidad. También aquí se confirma de nuevo la tesis de que el virus es el espejo de la sociedad y agudiza sus crisis. El virus acelera la desaparición de los rituales y la erosión de la comunidad” (Chul Han, 2021). 

De igual forma, cuando hablamos de que las personas usan las redes sociales como espacios de emoción, podemos referirnos a que son lugares como espacios de interacción con psicopolítica que se han convertido en un espectáculo movido por las emociones. En otras palabras, son una herramienta para mover a las masas porque afecta el comportamiento de las personas. Tal como se explica en el siguiente video:



Es cierto que surge una autoexplotación en nuestras capacidades, porque las forzamos a permanecer conectados en este mundo. Estar actualizado significa ser parte del mundo digital o estar en misma sintonía con la mayoría de la sociedad, de otra forma, se pierde nuestra comunicación con el mundo digital. Estar al pendiente de cada acontecimiento que se nombra en redes sociales también implica un cansancio emocional y físico. 


“La depresión es un síntoma de la sociedad del cansancio”  (Chul Han, 2021). Es importante hablar sobre una de las consecuencias más difíciles de procesar. Una persona obligada a trabajar en condiciones incómodas o no aptas para su cuerpo implica un agotamiento extremo. Las personas comienzan a creer que no pueden dar su máximo potencial en el trabajo o en la escuela por el cansancio incontrolable, de esta forma surge una desmotivación ante nuestras tareas, compromisos y responsabilidades. 

Las rutinas nos parecen agotadoras y sin sentido cuando deja de existir un motivante, es aquí cuando abren paso las emociones que conllevan a la depresión. 

 

Resulta indispensable poner atención a nuestras emociones ante el uso de dispositivos electrónicos para saber sobrellevar nuestras rutinas con una mínima afectación corporal y emocional, así como también recurrir a los rituales como forma de interacción social. 




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