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  ANA FERNANDA GARDUÑO  MARÍA FLORES CORDERO SANTIAGO AMPUDIA TÉLLEZ ¿Realmente vivimos en una democracia?  Tenemos la idea de que la democr...

 




ANA FERNANDA GARDUÑO 
MARÍA FLORES CORDERO
SANTIAGO AMPUDIA TÉLLEZ



¿Realmente vivimos en una democracia? 


Tenemos la idea de que la democracia significa que todos como pueblo elegimos quien nos gobierna, y junto con ellos una serie de creencias, ideales, compases políticos y económicos así como nuestros propios destinos incluse.  Pero, dejando de un lado la fantasía que se nos ha enseñado en la escuela desde pequeños, podríamos creer que desde que están tan presentes los medios de comunicación, vivimos inmersos en lo que ellos desean que veamos, nos educan en sus propias creencias y se encargan de reproducir este ideal de democracia en todas nuestras mentes a tal punto que tachamos de  dictador o de fascista a cualquiera que no compagine con nuestras ideas. Podríamos creer que estamos viviendo un engaño. 


Los medios de comunicación nos bombardean 24/7 con promesas de candidatos a la presidencia, con programas educativos en lo referente a asuntos de estado, con comerciales sobre los logros de presidentes, gobernadores, alcaldes, diputados y senadores, con la pequeña dosis de escándalo adecuada para llamarse imparciales. Aunque por supuesto, los comerciales políticos no dependen de los medios de comunicación y estos no tienen más opción que mostrarlos, el sesgo ideológico es claro en un gran número de ellos, tomando clara preferencia por un candidato, otros por otro; pero todos de ellos llenos de promesas vacías que gritan a través de los medios que la democracia que lleva muerta mucho tiempo, sigue existiendo.  


El rol de los medios de comunicación es convencer de algo, aunque por supuesto esta palabra se puede quedar corta. Aunque la época en que los medios moldeaban directamente la opinión de las personas al usar la propaganda ha terminado en teoría, todavía quedan vestigios claros de usar imágenes, lenguaje y palabras que motivan no al convencimiento del que tanto se jacta la democracia, sino directamente al moldeamiento ideológico, sobre todo en un país como el nuestro donde la televisión toma un papel de educador. Esto se ha acrecentado con las redes sociales, pues las burbujas de filtros han causado que si al menos con la televisión teníamos acceso a opiniones diferentes a las nuestras, con el uso de las redes sociales podamos nada más rodearnos de un círculo de personas que piensan exactamente como nosotros, aislando por completo a los demás. 


La conversación alrededor de cómo los medios de comunicación afectan la elección de los que hoy y siempre nos han gobernado ha existido desde hace mucho, mucho tiempo. Sin embargo, no sólo los medios afectan nuestra elección al hablar de política, sino también nuestras opiniones en lo que respecta a los candidatos y personajes públicos, muchas veces sesgada desde un enfoque superficial ¿No es así como ganó Peña Nieto al ser presentado como un galán? ¿O cómo Trump llegó al poder después de una larga carrera en los realitys? ¿O cómo Kanye West se postuló como candidato para estas elecciones


En el caso de Peña Nieto, por ejemplo, se tiene la teoría de que su matrimonio con la actriz de telenovelas Angélica Rivera fue una estrategia política, e incluso después de ganar las elecciones, se cree que para tapar todos los actos de corrupción y violencia que acontecieron en su gobierno, se dio más énfasis a sus metidas de pata en los medios o viceversa, fenómeno conocido popularmente como cortina de humo y que incluso fue satirizado en la película mexicana La Dictadura Perfecta, que realmente recomendamos ver para comprender un poco más a fondo cómo funciona no sólo el fenómeno de la cortina, sino la llamada democracia mexicana en general. 


En publicidad, se dice que para qué para que una persona se quede con un mensaje, tiene que ver el comercial 3 a 5 veces al día. Es por eso que vemos varias estrategias publicitarias en los comerciales como el uso de juegos de palabras, la repetición y los jingles, que permiten el mantenimiento del mensaje en la mente del espectador de una manera mucho más rápida, amigable y eficaz. Esto mismo pasa con los mensajes de políticos, frases de campaña e incluso metidas de pata; todo esto ayudando a tomar un papel protagónico permanente en la mente del espectador y del posible votante. Algunos ejemplos siendo el “ni los veo ni los oigo” de Salinas, “la mafia del poder” de AMLO, o incluso frases más cómicas como el “llegamos en dos minutos...menos como en cinco” de Peña Nieto. 


Las redes sociales han presentado un nuevo reto para los políticos, puesto que ya no es suficiente con tener spots publicitarios en radio o TV, sino que necesitan tener una comunicación directa permanente con personas que todo lo ven, todo lo comentan, y todo lo dudan. Sobre todo ante una generación de jóvenes como la nuestra, tan desencantados de la política, de los mismos mensajes de siempre, críticos con los mensajes tradicionales por un lado y burlones de los mismos por el otro. Los candidatos han tratado de apropiarse de esta cultura del meme y el desinterés completo para promocionarse a los más jóvenes y en todos los casos ha salido el tiro por la culata, como fue el caso de la estrategia oficial de Alfredo del Mazo al crear el personaje “del Mazo-kun”que trataba de llamar la atención de los jóvenes a través de la utilización del anime y los medios japoneses, logrando sólo burlas por un lado y críticas por el otro, pero sin lograr obtener la simpatía de la mayoría de los votantes más jóvenes. 


A pesar de esto, las redes también han facilitado el viralizar los errores de los candidatos, así como sus escándalos y secretos. Esto por supuesto no suena como algo positivo, pero en la realidad, el viralizar estos mensajes causa conversación alrededor de las figuras políticas y causa que lleguen a más personas, lo cual, aunque no se crea, se traduce en más votantes en muchos casos, si el escándalo no es lo suficientemente mayúsculo para causar el derrumbe político completo. Es un arma de dos filos pero también es una que muchos políticos han aprendido a usar a su favor para llegar a más gente.


Está por ejemplo, el caso de Samuel García, quien contrajo matrimonio con Mariana Rodriguez al principio de la cuarentena; influencer que es muy popular por sus declaraciones tachadas de bobas. Mariana cuenta con más de un millón de seguidores y todo lo que hace Samuel lo pública, además de ser la que muestra todos los recorridos de campaña que están haciendo por Nuevo León. 


Hace unos meses Samuel y Mariana, en un Live de Instagram, se mostró cómo Samuel sacó su lado machista y le ordenó a Mariana que que bajará la pierna ya que estaba mostrando mucho; el punto aquí es que después de este Live, muchas personas se fueron en contra de Samuel y todo lo “bueno” que ha hecho para que su nombre esté bien posicionado bajo de manera considerable. Es así que Samuel pidió por un Instagram Tv disculpas públicas, y empezó con distintas campañas como vender su coche de lujo para donar el dinero a niños discapacitados, en un acto de aparente arrepentimiento ante un acontecimiento que no estaba planeado, hasta donde se sabe. A pesar de ello, Mariana ganó mucha popularidad e incluso simpatía por muchas personas. Simpatía que, a pesar de todo, le sigue llevando atención a Samuel García. 


La democracia y la política se han convertido en un gran y patético espectáculo que nadie realmente quiere pagar por ver pero que nos obligan a ello. Por un lado las personas altamente influenciables creen ciegamente lo que muchos candidatos dicen sin consultar otras fuentes, y por otro hay un descontento generalizado hacia la llamada democracia y hacia la política, el capitalismo y el sistema económico en general. De nuevo, si no han visto La dictadura perfecta, véanla. Es muy útil para comprender el porqué muchos creemos que la democracia ya no existe, pues, como lo afirmó Vargas Llosa en 1990, dando también con esta frase la idea para esta película: 


Yo no creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el caso de México, cuya democratización actual soy el primero en aplaudir, como todos los que creemos en la democracia, encaja en esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante”


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